Nuestra especie es la única que interpreta el mundo que lee como si de un relato se tratase, que lo reescribe y le impone reglas que imagina podrán ayudar a vivir bien. Pero además de esta capacidad de simbolizar y reglamentar el mundo el ser humano debe reglamentarse así
mismo para poder vivir en sociedad y ser coherente consigo mismo y con los otros.
La naturaleza humana consiste en esa capacidad de construirse como un ser moral y como actuar en consecuencia. No hacerlo equivaldría a la desestructuración. Pero también es necesario que vayamos más allá de la obligación de seguir acríticamente la moral establecida que es ocasiones le queda chica a la nueva realidad y nos asfixia , en efecto la crítica a la moral vigente debe ser vista como una invitación a reinventarla.
Una de las instituciones que actúa como una fuente de moralización es la escuela. Vivimos en la escuela durante los largos años de nuestra infancia y, en buena medida, y es ahí donde también nos hacemos en tanto individuos sociales. La escuela es un espacio en que se genera y reproduce el conocimiento pero es también algo más cuando el estado a partir hace mucho tiempo toma en sus manos al función de educador, la escuela se convierte en fuente de moralidad que impone una moral más o menos homogénea.
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